jueves, 21 de agosto de 2008

LOS CHOKWE: HISTORIA Y ARTE





Los seiscientos mil chokwe constituyen la etnia más numerosa de Angola oriental, pero están también repartidos en Congo y Zambia. En el Siglo XVI los lunda los sometieron e introdujeron la insitución de la jefatura y la sacralidad del poder. En esta época, cuando todavía eran pequeños agricultores y ganaderos, los lunda les enseñaron el arte de la caza, en el que les había sido instruído el jefe luba Tshibinda Ilunga, esposo de la reina de los lunda. Los matrimonios mixtos instauraron la asimilación entre ambas etnias y los jefes chokwe se instalaron en la corte de los lunda.
En los siglos XVII y XVIII continuó el dominio lunda, pero el siglo XIX estuvo marcado por numerosas revueltas. Aunque su cultura era bantú, estas dos etnias diferían en cuanto al sistema de parentesco, lengua y organización política. Los chokwe carecían de un poder centralizado y estaban organizados en grandes jefaturas dirigidas por una aristocracia. Hacia 1850 asistimos a una expansión extraordinaria de los chokwe que, en 1887 consiguieron apoderarse de la capital de los lunda, gravemente debilitados por disensiones internas. De este modo contribuyeron al desmantelamiento del reino. Dominaban perfectamente el arte de la caza, y eran los únicos entre las etnias del Kasai que cazaban elefantes, primero por su carne, luego, a partir de 1858, por el marfil. La tierra era poco fértil, de forma que la caza y la recolección de caucho eran sus principales actividades junto con la miel y la cera que vendían a las etnias costeras. Participaron en el tráfico de esclavos, vendiendo a sus propios criminales y enemigos, además de los prisioneros que hacían durante las incursiones de ataque a sus vecinos.
La llegada de los europeos les obligó a someterse a los belgas y a los portugueses, desplazándose en cada derrota cada vez más hacia el este, en Congo-Kinshasa y el noroeste de Zambia. Por entonces se convirtieron en seminómadas, abandonando paulatinamente las grandes jefaturas y ciertas tradiciones arquitectónicas como los graneros sobre pilotes.
Los chokwe creían en un dios creador Kalunga o Nzambi al que invocaban en sus plegarias aunque no le rendían ningún culto. Los espíritus tutelares y ancestrales mahamba, por el contrario, estaban representados por termiteras, postes tallados o figuras de madera, en santuarios de poblado y de familia. El brujo nganga o comedor de alma invocaba los espíritus maléficos wanga contenido en cuernos y estatuillas. El adivino tahi desempeñaba una función esencial: utilizaba unas planchas de madera o un cesto de adivinación que conteía unos sesenta objetos variados. La función del médico la asumía el mbuki, experto en la ciencia de las plantas. La asociación masculina mukanda se encargaba de la iniciación de los muchachos, que comprendía la enseñanza de saberes ancestrales y fiestas de la circuncisión, en las que aparecían una treintena de máscaras simbolizando a los ancestros. El mukanda contribuyó a mantener la tradición de la escultura pese a la presencia de vecinos que carecían de ella. El ritual de la pubertad de las niñas se llamaba ukele y consistía en una iniciación sexual y en la aplicación de tatuajes, tras lo cual se presentaba a la chica a su prometido.
La asociación de los cazadores uyanga también desempeñaba un papel importante en la vida de la etnia. El muchacho practicaba entonces todas las técnicas relacionadas con la caza. Además, los adultos organizaban pruebas de resistencia mientras otras sociedades masculinas brindaban a sus miembros el privilegio de funerales con gran pompa.
Los escultores chowke, de dos tipos, eran los más célebres de la región: el primero incluía al songi y al fuli, profesionales que aseguraban su subsistencia cultivando para consumo propio. Fabricaban encantamientos jinga y figuras para los altares familiares mahamba y todos los objetos utilizados para la caza, el amor, la magia y la fertilidad.
En cuanto al segundo tipo, estaba formado por artistas titulados de las grandes jefaturas qeu trabajan en exclusiva para la corte. Esculpían con gran finura cetros, tronos con figurillas, abanicos, tabaqueras, pipas, espantamoscas, copas y figurillas de jefes o de antepasados. Entre ellos existía cierta emulación, y en la corte lunda los artistas eran precisamente chowke, célebres por sus grandes estatuas de antepasados deificados que exaltaban la fuerza y la dignidad. La representación principal del jefe es la Tshikbinda Ilunda cuya historia era ejemplar: según la tradición oral, el jefe de los lunda escogió a su hija Lueiji para sucederle con preferencia sobre sus dos hermanos. A la muerte de su padre, la soberana se casó con el cazador errante Tshikbinda Ilunda, hijo menor del gran jefe luba Kalala Ilunga. Este príncipe marcó el origen de la dinastía sagrada del Mwata yamvo de los lunda y se convirtió en modelo de héroe cazador y civilizador, al que se representaba tanto sentado en un trono como de pie, desnudo o con ropa de cazador. Como sus estatuas son posteriores a la introducción de las armas de fuego, la figura suele sostener un fusil de piedra en la mano izquierda y un bastón llamado cisokolu en la mano derecha; este bastón permite suspender en él las armas de caza cuando se le planta en el suelo durante un alto. En ocasiones sólo la cartuchera pegada a la espalda permite ifentificarlo. Al lado de los pies o sobre el peinado encontramos pequeños personajes, efigies de antepasados o un animal, los espíritus del perro y del león favorecían la caza. El cuerpo es achaparrado sobre las piernas dobladas, los omóplatos están bien dibujados, el cuello es largo, poderoso, y el ombligo, prominente. La cabeza, con la barbilla que apunta hacia adelante de forma vigorosa y agresiva, luce un enorme peinado, signo de su rango principesco.
El brazo en ángulo recto y las manos con dedos separados reproducen el gesto taci que expresa fuerza y poder, y pone de manifiesto la vitalidad del jefe y la prosperidad de su pueblo. También encontramos jefes tocando un instrumento musical.
La organización social se basa en los linajes matrilineales; abundan también las estatuas femeninas, identificables como la reina madre o la esposa del jefe. La más sagrada de todas las máscaras es la cikungu. La cara y el peinado son de cestería forrada de corteza batida y pintada de resina,y luego repintada o adornada con apliques de tela de colores vivos. El soberano la lleva durante su entronización como símbolo de los antepasados del jefe de tierra y sólo se utiliza durante los sacrificios que se les ofrecían. La cikunza, también en cestería, es una alto aderezo en forma de torre puntiaguda. Dirige las ceremonias de iniciación del mukanda. En la categoría de las máscaras de danza encontramos la pwo, encarnación del antepasado femenino. En otros tiempos estaba modelada en resina, actualmente es de madera dura, y la lleva un hombre vestido con una saya de red. Concede la fecundidad a los espectadores danzando en algunas ocasiones con una estatuilla que representa a una madre con su hijo a la espalda. La cihondo, máscara masculina, simboliza el poder y la riqueza. Todas estas máscara dan fe de algún rigor y expresividad plástica y la misma sensibilidad que las figurillas de pequeñas dimensiones de las cortes de las jefaturas. Cada motivo decorativo lleva un nombre propio y tenía un significado simbólico. Las insignias de dignidad incluyen colgantes, espadas, peqeuñas hachas, lanzas y un taburete. No encontramos marfil porque los chokwe los reservan para la venta. Su escultura es muy apreciaba. Por desgracia, ha sufrido la influencia europea, que se tradujo en una decoración superflua, y el arte de la estatutaria se ha perdido definitivamente. Sólo resisten las máscaras que conservan una cierta función en la sociedad chokwe.

LOS BÁMBARA: HISTORIA Y ARTE







Los bambara o bamana son uno de los grupos más estudiados de África Occidental. Se consideran de origen mande y siempre han estrechado lazos con sus vecinos a través de matrimonios, intercambios comerciales, alianzas políticas y con la religión. El triángulo del país bamana está dividido en dos por el Río Níger y comprende la mayor parte de las zonas oeste y sur de la actual Mali. La seca sabana sólo permite una economía de subsistencia y la tierra apenas produce mijo, arroz y habichuelas. Textos árabes del siglo XI cuentan la historia de ciudades como Djenné y Tombuctú a cuyos habitantes denominan "bambara". A principios del Siglo XX fueron colonizados por los franceses. El pueblo bambara, formado por un 1.900.000 miembros, se reparte en regiones que incluyen los pueblos puestos bajo la autoridad de una familia cuyo jefe, fama, representante del fundador, goza de considerables poderes. También tiene una función primordial en los rituales agrarios. En 1940 los arqueólogos descubrieron las huellas de reinos anteriores, así como figuras de terracota que los exámenes termo lumínicos permitieron datar en las cercanías del año mil. Estas piezas son el testimonio de una larga tradición escultórica; las primeras figuras de madera se remontarían al siglo XIV.

Los bamana creen en la existencia de fuerzas espirituales que dotan a los individuos de la capacidad de crear una atmósfera de armonía, prosperidad y bienestar. También poseen una cosmología muy compleja. La iniciación se practica en el seno de asociaciones de hombres más o menos activas según los pueblos: el n´tomo; el komo, que rige la vida comunitaria; el nama; el kono, que regula las afrentas a la moralidad; el korè, y el tyi wara, que reúne a los jóvenes agricultores. Estas sociedades, dirigidas por algunos ancianos, poseen un carácter político, económico y médico, y ejercen un control social sobre la comunidad.
Al sur del país bamana, la asociación dyo acoge a hombres y mujeres, pero la iniciación es más corta y menos penosa para estas últimas. La de los hombres dura siete años y culmina con su muerte y renacimiento simbólicos. Se termina con grandes fiestas de máscaras en las que participan los recién iniciados que van de poblado en poblado. Los iniciados se dividen en grupos y los hijos de los herreros danzan en presencia de estatuas llamadas nyeleni, figuras femeninas con hombros anchos y planos, erguidas y colocadas sobre una pequeña base circular. Sus senos cónicos se proyectan hacia delante (K. Ezra, 1986). En las fiestas de dyo y el ritual del gwan ligado a la fecundidad se exhiben figuras sedentes. Alrededor de los años cincuenta aparecieron en el mercado estatuas de mujeres con un niño. Se guardaban durante todo el año en los altares y se las limpiaba, untaba de aceite y adornaba con vestidos y perlas, disponiéndolas en grupos de dos o de cinco. Son de estilo naturista y poseen mayor volumen que la mayoría de las esculturas bamaba conocidas hasta la época. El cuerpo es macizo, está esculpido en redondo, los hombros son anchos y los rasgos del rostro se han trabajado mostrando cuidado e interés por el detalle. Se han encontrado representaciones de músicos y guerreros portando una lanza con el mismo estilo que las anteriores. Estas estatuas ilustran las cualidades que deberían poseer los futuros iniciados: belleza, conocimiento, poder. Cada una de las figuras es "explicada" a los iniciados y transmite la fuerza vital que contribuye a la cohesión del puebo (K Ezra).
Durante las fiestas agrícolas de la asociación tyi wara, los agricultores llevan peinados en forma de antílope representando al personaje mítico que les ha enseñado a cultivar la tierra. Para obtener una cosecha abundante danzan durante la fase de la siembra y de las cosechas imitando el paso del antílope. El cuerno representa el símbolo del crecimiento del mijo.
La asociación komo, dirigida por los herreros, acoge a todos los adolescentes tras la circuncisión. Posee una máscara carcaterizada por una gran boca y los cuernos de antílope a los que se añaden elementos varios, como mandíbulas de animal. La máscara, que sólo portan los herreros, danza ante los miembros del komo. Su inquietante aspecto evoca el interior de la selva y sus peligros, y según se cuenta, su fuerza es tan considerable que puede matar a un adversario. Cada sociedad posee sus propias máscaras, sus cimeras de peinado o sus marionetas. Esas máscaras aparecen durante las fiestas con ocasión de un matrimonio, la inauguración del mercado o bajo cualquier pretexto. Con ayuda de la música, la poesía y la historia narrada por los griots, esas fiestas constituyen al mismo tiempo una diversión y un recuerdo de los valores sociales bamana. El hecho de danzar durante una fiesta es para un muchacho la ocasión de demostrar su habilidad personal y de adquirir un cierto prestigio. Pero antes tendrá que demostrar su destreza y obtener de los ancianos la autorización de exhibirse en público, que puede serle negada si su primera actuación es considerada mediocre.
Los bambara esculpen bellas figuras, menos naturalistas que sus "maternidades", estatuillas representando a gemelos y cerraduras de puertas. Venerado y custodiado en el santuario del pueblo o en sus fronteras, el boli es un objeto cuyos componentes mágicos se ocultan en el centro de una amalgama de arcilla, madera, corteza, raíces, cuernos, mandíbulas o metales preciosos. Puede poseer forma humana o tomar la de un hipopótamo. Sólo puede ser manejada por el jefe o un dignatario religioso; se le alimenta con sangre y cerveza de mijo derramadas en un tubo que lo atraviesa de un lado a otros.
El complejo sistema simbólico de los bambara se refleja en una producción abundante, ligada a las funciones rituales, y posee cualidades estéticas variables.

MASCARA BAMBARA
MASCARA REALIZADA EN MADERA PERTENECIENTE A LA ETNIA BAMBARA....MALI
TIENE UNAS MEDIDAS DE 64 CM DE ALTO x 17 CM. DE ANCHO

LOS BAMILEKE: HISTORIA Y ARTE


La parte norte de Camerún está islamizada y carece de escultura. Las sabanas del oeste, os Grassfields según la terminología inglesa, están habitadas por tres grupos étnicos con antepasados comunes, de lengua bantú y estructuras sociales similares: los bamileké, cuyos miembros alcanzan el millón de individuos, repartidos por las llanuras del sudoeste, en unidades qeu oscilan entre las cincuenta mil y las cien mil personas.

Los bamileké procedían del norte y se hicieron sedentarios entre los siglos XVI y XIX, mezclándose con los autóctonos. Se resistieron al esclavismo optando por el suicidio o la revuelta y contribuyeron a poblar el Nuevo Mundo. Los Grassfields estaban divididos en un mosaico de 90 reinos gobernados por un rey, el fon, apoyado por las sociedades consuetudinarias no secretas. El rey era heredero directo del fundador, que posiblemente fue un gran guerrero o un cazador de elefantes y que aseguraba la protección de su pueblo y garantizaba la fertilidad de los campos y la fecundidad de las mujeres. En otros tiempos se creía que estaba dotado de poderes sobrenaturales que le permitían metamorfosearse en animal, preferentemente en elefante, leopardo o búfalo. Dentro del palacio los dignatarios y los servidores funcionarios asistían al rey en el ejercicio del poder. Los tchinda, que entraban muy jóvenes al servicio del rey, se ocupaban de las tareas domésticas, mientras los nvala desempeñaban las funciones rituales y eran a la vez sacerdotes y ministros. Los príncipes de linaje real no participaban en ninguna asociación de poder. Con objeto de evitar eventuales complots, contaban en cambio con su propia asociación, el ngirih. El fon tenía a su cargo el ritual de la siembra y de las cosechas, el festival anual de la estación seca, la apertura de la caza colectiva real y las expediciones guerreras. Eran, por el contrario, las sociedades reguladoras las que impartían justicia, y sólo cuando Camerún se convirtió en colonia alemana los administradores obligaron al fon a asumir la función judicial. El fon era designado por su predecesor entre los herederos directos, excluyendo al de más edad. Los jefes de linaje rendían culto a los antepasados.
En el país Bamileké, el fon concentraba sobre su persona casi todos los poderes, mientras que en otros lugares tan sólo desempeñaba una función cultural y religiosa, y era el consejo de notables el que detentaba la autoridad. El fon confiaba a algunos miembros la custodia de las esculturas, pues la dispersión del tesoro suponía una garantía contra los frecuentes incendios. Las máscaras que infundían temor y pánico las fabricaban las sociedades encargadas de la represión. Todos los muchachos formaban parte de asociaciones por grupos de edad, con diferencias de cinco años entre ellos y permitían realizar un aprendizaje de carácter técnico y militar.

La jefatura o residencia del jefe comprendía varias chozas dispuestas a lo largo de una pendiente, a ambos lados de un ancho camino. La casa de la jefatura era en la época una gran construcción cuadrangular terminada en un techo cónico: una galería exterior formada por pilares rodeaba la choza y más allá se extendía el bosque sagrado cuyos árboles se utilizaban para la escultura después de una ceremonia. Los regalia y los objetos de prestigio fueron creados por los fon y los dignatarios de las diferentes regiones, lo que explica la multiplicidad de estilos. Los objetos de arte eran símbolos de la posición dentro de la jerarquía: su número, los materiales con que estaban fabricados y su iconografía cambiaban a medida que se descendía en la escala social. Solía haber gran competencia entre escultores, pues el cargo de escultor no era hereditario. La escultura tenía como finalidad conmemorar y celebrar a los antepasados reales del fon actual. En su palacio, junto a las figuras ancestrales y las máscaras, se encontraban asímismo los tocados, tronos perlados, pulseras, collares, pipas, pieles de leopardo, defensas de elefante, trajes de corteza, etc.. Para limitar el riesgo de una difusión excesiva, algunos fon ponían a resguardo su tesoro y sólo de manera excepcional exponían algunas piezas. Las diferentes sociedades tenían también sus máscaras, como por ejemplo las de los kwifon, que según la tradición habían sido creadas y consagradas por los antepasados. El mabu o el nkok inspiraba gran temor; a los del ngirih se les daba mayor realce con perlas, cobre y cauríes. Casi todos los reinos empleaban los mismos tipos de máscaras: el búfalo, el ciervo, el elefante, los pájaros y las cabezas humanas masculinas. Las máscaras del búfalo y el elefante representaban la fuerza, y la araña, la inteligencia; en la actualidad, sin embargo, la mayoría de los significados se ha perdido.
TABURETE REALIZADO EN MADERA POR LA ETNIA BAMILEKE.
PROCEDENTE DEL NOROESTE DE CAMERUN.
TIENE UNA ALTURA DE 36 CM. Y UNA BASE DE 32 CM.