La parte norte de Camerún está islamizada y carece de escultura. Las sabanas del oeste, os Grassfields según la terminología inglesa, están habitadas por tres grupos étnicos con antepasados comunes, de lengua bantú y estructuras sociales similares: los bamileké, cuyos miembros alcanzan el millón de individuos, repartidos por las llanuras del sudoeste, en unidades qeu oscilan entre las cincuenta mil y las cien mil personas.
Los bamileké procedían del norte y se hicieron sedentarios entre los siglos XVI y XIX, mezclándose con los autóctonos. Se resistieron al esclavismo optando por el suicidio o la revuelta y contribuyeron a poblar el Nuevo Mundo. Los Grassfields estaban divididos en un mosaico de 90 reinos gobernados por un rey, el fon, apoyado por las sociedades consuetudinarias no secretas. El rey era heredero directo del fundador, que posiblemente fue un gran guerrero o un cazador de elefantes y que aseguraba la protección de su pueblo y garantizaba la fertilidad de los campos y la fecundidad de las mujeres. En otros tiempos se creía que estaba dotado de poderes sobrenaturales que le permitían metamorfosearse en animal, preferentemente en elefante, leopardo o búfalo. Dentro del palacio los dignatarios y los servidores funcionarios asistían al rey en el ejercicio del poder. Los tchinda, que entraban muy jóvenes al servicio del rey, se ocupaban de las tareas domésticas, mientras los nvala desempeñaban las funciones rituales y eran a la vez sacerdotes y ministros. Los príncipes de linaje real no participaban en ninguna asociación de poder. Con objeto de evitar eventuales complots, contaban en cambio con su propia asociación, el ngirih. El fon tenía a su cargo el ritual de la siembra y de las cosechas, el festival anual de la estación seca, la apertura de la caza colectiva real y las expediciones guerreras. Eran, por el contrario, las sociedades reguladoras las que impartían justicia, y sólo cuando Camerún se convirtió en colonia alemana los administradores obligaron al fon a asumir la función judicial. El fon era designado por su predecesor entre los herederos directos, excluyendo al de más edad. Los jefes de linaje rendían culto a los antepasados.
En el país Bamileké, el fon concentraba sobre su persona casi todos los poderes, mientras que en otros lugares tan sólo desempeñaba una función cultural y religiosa, y era el consejo de notables el que detentaba la autoridad. El fon confiaba a algunos miembros la custodia de las esculturas, pues la dispersión del tesoro suponía una garantía contra los frecuentes incendios. Las máscaras que infundían temor y pánico las fabricaban las sociedades encargadas de la represión. Todos los muchachos formaban parte de asociaciones por grupos de edad, con diferencias de cinco años entre ellos y permitían realizar un aprendizaje de carácter técnico y militar.
La jefatura o residencia del jefe comprendía varias chozas dispuestas a lo largo de una pendiente, a ambos lados de un ancho camino. La casa de la jefatura era en la época una gran construcción cuadrangular terminada en un techo cónico: una galería exterior formada por pilares rodeaba la choza y más allá se extendía el bosque sagrado cuyos árboles se utilizaban para la escultura después de una ceremonia. Los regalia y los objetos de prestigio fueron creados por los fon y los dignatarios de las diferentes regiones, lo que explica la multiplicidad de estilos. Los objetos de arte eran símbolos de la posición dentro de la jerarquía: su número, los materiales con que estaban fabricados y su iconografía cambiaban a medida que se descendía en la escala social. Solía haber gran competencia entre escultores, pues el cargo de escultor no era hereditario. La escultura tenía como finalidad conmemorar y celebrar a los antepasados reales del fon actual. En su palacio, junto a las figuras ancestrales y las máscaras, se encontraban asímismo los tocados, tronos perlados, pulseras, collares, pipas, pieles de leopardo, defensas de elefante, trajes de corteza, etc.. Para limitar el riesgo de una difusión excesiva, algunos fon ponían a resguardo su tesoro y sólo de manera excepcional exponían algunas piezas. Las diferentes sociedades tenían también sus máscaras, como por ejemplo las de los kwifon, que según la tradición habían sido creadas y consagradas por los antepasados. El mabu o el nkok inspiraba gran temor; a los del ngirih se les daba mayor realce con perlas, cobre y cauríes. Casi todos los reinos empleaban los mismos tipos de máscaras: el búfalo, el ciervo, el elefante, los pájaros y las cabezas humanas masculinas. Las máscaras del búfalo y el elefante representaban la fuerza, y la araña, la inteligencia; en la actualidad, sin embargo, la mayoría de los significados se ha perdido.
TABURETE REALIZADO EN MADERA POR LA ETNIA BAMILEKE.
PROCEDENTE DEL NOROESTE DE CAMERUN.
TIENE UNA ALTURA DE 36 CM. Y UNA BASE DE 32 CM.
Los bamileké procedían del norte y se hicieron sedentarios entre los siglos XVI y XIX, mezclándose con los autóctonos. Se resistieron al esclavismo optando por el suicidio o la revuelta y contribuyeron a poblar el Nuevo Mundo. Los Grassfields estaban divididos en un mosaico de 90 reinos gobernados por un rey, el fon, apoyado por las sociedades consuetudinarias no secretas. El rey era heredero directo del fundador, que posiblemente fue un gran guerrero o un cazador de elefantes y que aseguraba la protección de su pueblo y garantizaba la fertilidad de los campos y la fecundidad de las mujeres. En otros tiempos se creía que estaba dotado de poderes sobrenaturales que le permitían metamorfosearse en animal, preferentemente en elefante, leopardo o búfalo. Dentro del palacio los dignatarios y los servidores funcionarios asistían al rey en el ejercicio del poder. Los tchinda, que entraban muy jóvenes al servicio del rey, se ocupaban de las tareas domésticas, mientras los nvala desempeñaban las funciones rituales y eran a la vez sacerdotes y ministros. Los príncipes de linaje real no participaban en ninguna asociación de poder. Con objeto de evitar eventuales complots, contaban en cambio con su propia asociación, el ngirih. El fon tenía a su cargo el ritual de la siembra y de las cosechas, el festival anual de la estación seca, la apertura de la caza colectiva real y las expediciones guerreras. Eran, por el contrario, las sociedades reguladoras las que impartían justicia, y sólo cuando Camerún se convirtió en colonia alemana los administradores obligaron al fon a asumir la función judicial. El fon era designado por su predecesor entre los herederos directos, excluyendo al de más edad. Los jefes de linaje rendían culto a los antepasados.
En el país Bamileké, el fon concentraba sobre su persona casi todos los poderes, mientras que en otros lugares tan sólo desempeñaba una función cultural y religiosa, y era el consejo de notables el que detentaba la autoridad. El fon confiaba a algunos miembros la custodia de las esculturas, pues la dispersión del tesoro suponía una garantía contra los frecuentes incendios. Las máscaras que infundían temor y pánico las fabricaban las sociedades encargadas de la represión. Todos los muchachos formaban parte de asociaciones por grupos de edad, con diferencias de cinco años entre ellos y permitían realizar un aprendizaje de carácter técnico y militar.
La jefatura o residencia del jefe comprendía varias chozas dispuestas a lo largo de una pendiente, a ambos lados de un ancho camino. La casa de la jefatura era en la época una gran construcción cuadrangular terminada en un techo cónico: una galería exterior formada por pilares rodeaba la choza y más allá se extendía el bosque sagrado cuyos árboles se utilizaban para la escultura después de una ceremonia. Los regalia y los objetos de prestigio fueron creados por los fon y los dignatarios de las diferentes regiones, lo que explica la multiplicidad de estilos. Los objetos de arte eran símbolos de la posición dentro de la jerarquía: su número, los materiales con que estaban fabricados y su iconografía cambiaban a medida que se descendía en la escala social. Solía haber gran competencia entre escultores, pues el cargo de escultor no era hereditario. La escultura tenía como finalidad conmemorar y celebrar a los antepasados reales del fon actual. En su palacio, junto a las figuras ancestrales y las máscaras, se encontraban asímismo los tocados, tronos perlados, pulseras, collares, pipas, pieles de leopardo, defensas de elefante, trajes de corteza, etc.. Para limitar el riesgo de una difusión excesiva, algunos fon ponían a resguardo su tesoro y sólo de manera excepcional exponían algunas piezas. Las diferentes sociedades tenían también sus máscaras, como por ejemplo las de los kwifon, que según la tradición habían sido creadas y consagradas por los antepasados. El mabu o el nkok inspiraba gran temor; a los del ngirih se les daba mayor realce con perlas, cobre y cauríes. Casi todos los reinos empleaban los mismos tipos de máscaras: el búfalo, el ciervo, el elefante, los pájaros y las cabezas humanas masculinas. Las máscaras del búfalo y el elefante representaban la fuerza, y la araña, la inteligencia; en la actualidad, sin embargo, la mayoría de los significados se ha perdido.
TABURETE REALIZADO EN MADERA POR LA ETNIA BAMILEKE.
PROCEDENTE DEL NOROESTE DE CAMERUN.
TIENE UNA ALTURA DE 36 CM. Y UNA BASE DE 32 CM.
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