Los seiscientos mil chokwe constituyen la etnia más numerosa de Angola oriental, pero están también repartidos en Congo y Zambia. En el Siglo XVI los lunda los sometieron e introdujeron la insitución de la jefatura y la sacralidad del poder. En esta época, cuando todavía eran pequeños agricultores y ganaderos, los lunda les enseñaron el arte de la caza, en el que les había sido instruído el jefe luba Tshibinda Ilunga, esposo de la reina de los lunda. Los matrimonios mixtos instauraron la asimilación entre ambas etnias y los jefes chokwe se instalaron en la corte de los lunda.
En los siglos XVII y XVIII continuó el dominio lunda, pero el siglo XIX estuvo marcado por numerosas revueltas. Aunque su cultura era bantú, estas dos etnias diferían en cuanto al sistema de parentesco, lengua y organización política. Los chokwe carecían de un poder centralizado y estaban organizados en grandes jefaturas dirigidas por una aristocracia. Hacia 1850 asistimos a una expansión extraordinaria de los chokwe que, en 1887 consiguieron apoderarse de la capital de los lunda, gravemente debilitados por disensiones internas. De este modo contribuyeron al desmantelamiento del reino. Dominaban perfectamente el arte de la caza, y eran los únicos entre las etnias del Kasai que cazaban elefantes, primero por su carne, luego, a partir de 1858, por el marfil. La tierra era poco fértil, de forma que la caza y la recolección de caucho eran sus principales actividades junto con la miel y la cera que vendían a las etnias costeras. Participaron en el tráfico de esclavos, vendiendo a sus propios criminales y enemigos, además de los prisioneros que hacían durante las incursiones de ataque a sus vecinos.
La llegada de los europeos les obligó a someterse a los belgas y a los portugueses, desplazándose en cada derrota cada vez más hacia el este, en Congo-Kinshasa y el noroeste de Zambia. Por entonces se convirtieron en seminómadas, abandonando paulatinamente las grandes jefaturas y ciertas tradiciones arquitectónicas como los graneros sobre pilotes.
Los chokwe creían en un dios creador Kalunga o Nzambi al que invocaban en sus plegarias aunque no le rendían ningún culto. Los espíritus tutelares y ancestrales mahamba, por el contrario, estaban representados por termiteras, postes tallados o figuras de madera, en santuarios de poblado y de familia. El brujo nganga o comedor de alma invocaba los espíritus maléficos wanga contenido en cuernos y estatuillas. El adivino tahi desempeñaba una función esencial: utilizaba unas planchas de madera o un cesto de adivinación que conteía unos sesenta objetos variados. La función del médico la asumía el mbuki, experto en la ciencia de las plantas. La asociación masculina mukanda se encargaba de la iniciación de los muchachos, que comprendía la enseñanza de saberes ancestrales y fiestas de la circuncisión, en las que aparecían una treintena de máscaras simbolizando a los ancestros. El mukanda contribuyó a mantener la tradición de la escultura pese a la presencia de vecinos que carecían de ella. El ritual de la pubertad de las niñas se llamaba ukele y consistía en una iniciación sexual y en la aplicación de tatuajes, tras lo cual se presentaba a la chica a su prometido.
La asociación de los cazadores uyanga también desempeñaba un papel importante en la vida de la etnia. El muchacho practicaba entonces todas las técnicas relacionadas con la caza. Además, los adultos organizaban pruebas de resistencia mientras otras sociedades masculinas brindaban a sus miembros el privilegio de funerales con gran pompa.
Los escultores chowke, de dos tipos, eran los más célebres de la región: el primero incluía al songi y al fuli, profesionales que aseguraban su subsistencia cultivando para consumo propio. Fabricaban encantamientos jinga y figuras para los altares familiares mahamba y todos los objetos utilizados para la caza, el amor, la magia y la fertilidad.
En cuanto al segundo tipo, estaba formado por artistas titulados de las grandes jefaturas qeu trabajan en exclusiva para la corte. Esculpían con gran finura cetros, tronos con figurillas, abanicos, tabaqueras, pipas, espantamoscas, copas y figurillas de jefes o de antepasados. Entre ellos existía cierta emulación, y en la corte lunda los artistas eran precisamente chowke, célebres por sus grandes estatuas de antepasados deificados que exaltaban la fuerza y la dignidad. La representación principal del jefe es la Tshikbinda Ilunda cuya historia era ejemplar: según la tradición oral, el jefe de los lunda escogió a su hija Lueiji para sucederle con preferencia sobre sus dos hermanos. A la muerte de su padre, la soberana se casó con el cazador errante Tshikbinda Ilunda, hijo menor del gran jefe luba Kalala Ilunga. Este príncipe marcó el origen de la dinastía sagrada del Mwata yamvo de los lunda y se convirtió en modelo de héroe cazador y civilizador, al que se representaba tanto sentado en un trono como de pie, desnudo o con ropa de cazador. Como sus estatuas son posteriores a la introducción de las armas de fuego, la figura suele sostener un fusil de piedra en la mano izquierda y un bastón llamado cisokolu en la mano derecha; este bastón permite suspender en él las armas de caza cuando se le planta en el suelo durante un alto. En ocasiones sólo la cartuchera pegada a la espalda permite ifentificarlo. Al lado de los pies o sobre el peinado encontramos pequeños personajes, efigies de antepasados o un animal, los espíritus del perro y del león favorecían la caza. El cuerpo es achaparrado sobre las piernas dobladas, los omóplatos están bien dibujados, el cuello es largo, poderoso, y el ombligo, prominente. La cabeza, con la barbilla que apunta hacia adelante de forma vigorosa y agresiva, luce un enorme peinado, signo de su rango principesco.
El brazo en ángulo recto y las manos con dedos separados reproducen el gesto taci que expresa fuerza y poder, y pone de manifiesto la vitalidad del jefe y la prosperidad de su pueblo. También encontramos jefes tocando un instrumento musical.
La organización social se basa en los linajes matrilineales; abundan también las estatuas femeninas, identificables como la reina madre o la esposa del jefe. La más sagrada de todas las máscaras es la cikungu. La cara y el peinado son de cestería forrada de corteza batida y pintada de resina,y luego repintada o adornada con apliques de tela de colores vivos. El soberano la lleva durante su entronización como símbolo de los antepasados del jefe de tierra y sólo se utiliza durante los sacrificios que se les ofrecían. La cikunza, también en cestería, es una alto aderezo en forma de torre puntiaguda. Dirige las ceremonias de iniciación del mukanda. En la categoría de las máscaras de danza encontramos la pwo, encarnación del antepasado femenino. En otros tiempos estaba modelada en resina, actualmente es de madera dura, y la lleva un hombre vestido con una saya de red. Concede la fecundidad a los espectadores danzando en algunas ocasiones con una estatuilla que representa a una madre con su hijo a la espalda. La cihondo, máscara masculina, simboliza el poder y la riqueza. Todas estas máscara dan fe de algún rigor y expresividad plástica y la misma sensibilidad que las figurillas de pequeñas dimensiones de las cortes de las jefaturas. Cada motivo decorativo lleva un nombre propio y tenía un significado simbólico. Las insignias de dignidad incluyen colgantes, espadas, peqeuñas hachas, lanzas y un taburete. No encontramos marfil porque los chokwe los reservan para la venta. Su escultura es muy apreciaba. Por desgracia, ha sufrido la influencia europea, que se tradujo en una decoración superflua, y el arte de la estatutaria se ha perdido definitivamente. Sólo resisten las máscaras que conservan una cierta función en la sociedad chokwe.
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